Es muy posible que ya haya leído o escuchado, en más de alguna ocasión, las denominaciones que se han dado a las nuevas generaciones que se van insertando a nuestras sociedades y que cumplen con características comunes. Haciendo un breve repaso de los nombres que últimas generaciones, tenemos cuanto sigue:
- Tradicionalistas: son los nacidos antes de 1945.
- Baby Boomers: son los nacidos luego de la 2ª Guerra Mundial.
- Generación X: son los nacidos entre 1964 y 1980.
- Generación Y o Millenials: son los nacidos entre 1980 y 2000.
- Generación Z: son los nacidos a partir del 2000.
En la actualidad, como consecuencia del aumento de la longevidad, en no pocos casos, se da que en una empresa familiar conviven hasta tres generaciones: abuelo, hijo, nieto. Esta situación implica una realidad que debe ser administrada en debida forma: la relación y la definición de roles entre estas personas dentro de la empresa.
Así, esta administración puede ser desde dos ópticas: una negativa y así tenemos “abuelo fundador, hijo gastador y nieto mendigo”; y otra positiva, “abuelo fundador, hijo consolidador, nieto modernizador”.
Partiendo de la mirada positiva, la empresa familiar, entre sus muchas potencialidades, tiene la posibilidad de contar con integrantes de diferentes generaciones, lo cual lejos de ser una debilidad es una gran fortaleza.
Es muy importante señalar que en cualquier actividad es fundamental contar con dos elementos que tiene la empresa familiar de por sí: la experiencia y la juventud. La experiencia trae necesariamente sabiduría y la juventud implica vitalidad, empuje. La amalgama de ambas es, por demás, interesante.
Ahora bien, esto que por un lado es una fortaleza. Pero, podría también ser una debilidad si los integrantes de cada generación se encierran en sus respectivas posiciones y no respetan ni valoran las opiniones de los de los integrantes de las generaciones diferentes a la suya.
Hace un tiempo me tocó colaborar con una familia en la cual se dio la siguiente situación: el fundador empezó una empresa de cero y, por motivos de trabajo, no pudo terminar sus estudios universitarios. El hijo, gracias al esfuerzo de sus padres, estudió en un muy buen colegio e hizo el grado y postgrado universitario en el exterior.
A su regreso, el hijo se incorporó a la empresa familiar y, al cabo de un tiempo, se dio esta conversación entre padre e hijo:
“- Mi hijo es muy lindo tu Power Point y tu Excel, pero eso no nos sirve para el negocio.
– Papá lo que pasa que vos no entendés nada”.
Luego de esta conversación, padre e hijo pudieron establecer una comunicación adecuada y se dieron cuenta que el Power Point y el Excel sirven para mucho y que la experiencia trae consigo entender mucho. Así, hoy han logrado establecer una comunicación adecuada y están disfrutando tanto de la familia como de la empresa.
Como lo señala Leonardo Glikin: “La única manera de desarrollar proyectos en empresas familiares es a través de un pacto entre las distintas generaciones, y para ello debemos: abrir nuestra mente, valorar lo que cada uno tiene para aportar, respetar e incluso enriquecernos con las diferencias y entender, en la medida de lo posible, las características propias de cada una de ellas”.
Marcelo Codas Frontanilla
marcelo@estudiocodas.com
Twitter: @CodasMarcelo
Publicado en la Revista Foco en la edición marzo 2020