artículosTan fundamental como relevante: el rol de los accionistas

Cuando la empresa familiar trasciende en el tiempo, se va convirtiendo en familia empresaria. Como la familia, por lo general, crece a un ritmo mayor que el de la empresa, no es posible que todos los miembros de aquella trabajen en la gestión y en la dirección. Ahora bien: los familiares sí serán propietarios, y en el caso de las sociedades anónimas, se convertirán en accionistas.

En esta ocasión, dos aspectos relacionados con los accionistas serán objeto de estas reflexiones que tengo el privilegio de compartir con ustedes.

En primer lugar, es necesario e ineludible dimensionar la importancia de esos accionistas en la vida de la empresa pues, en definitiva, son sus dueños y, en cuanto tales, conforman la Asamblea, el más importante órgano de gobierno de la organización empresarial.

Generalmente, el rol del accionista es absolutamente pasivo cuando no claramente nulo. Es así como, en ocasiones, las asambleas generales, en puridad, no se realizan y su convocatoria deviene en labrar el acta correspondiente para su posterior firma por los accionistas en sus oficinas o en sus casas.

Por razones obvias, la práctica consignada en el párrafo precedente debe ser modificada. La salud de la empresa impone la efectiva realización de las asambleas y la activa participación, en ellas, de los accionistas. Paralelamente, deberá proveerse periódica información a los accionistas acerca de la marcha de la empresa, método sencillo y útil para estimularlos a que asuman el efectivo y eficiente cumplimiento de su rol.

El segundo aspecto importante guarda relación con la formación que deben tener los accionistas para munirse de herramientas que les permitan cumplir su función en forma responsable y positiva. Esta formación requiere, fundamentalmente, tiempo, alguna inversión económica y un claro interés por adquirir conocimientos que resultarán de suma utilidad. Contar con una persona que oficie de tutor -puede perfectamente ser un miembro mayor de la familia con la debida experiencia o un profesional independiente- ayudará más que positivamente.

Resulta interesante que ese proceso de formación se inicie ya cuando la persona, como integrante de la generación entrante sea un potencial accionista, de modo tal que cuando le quepa desempañar tareas propias de su condición, cuente con la formación adecuada.

Comparto lo expresado por Josep Tapies cuando señala: “Ser accionista supone una responsabilidad y un compromiso con la familia y con la empresa. Lo idóneo es que el accionista sea responsable y se sienta comprometido, pero también feliz. El nivel de bienestar influye positivamente en los propietarios y consecuentemente en la empresa. Un accionista feliz lo es porque ha encontrado un sitio en la empresa familiar que le motiva y desde el que puede aportar lo mejor de sí mismo”.

Dar el necesario salto entre el confortable pero poco productivo papel del accionista pasivo al más trabajoso del accionista preocupado y proactivo, constituirá un paso que solo podrá redundar, para bien, en la consolidación de la empresa familiar.

Marcelo Codas Frontanilla

marcelo@estudiocodas.com

Twitter: @CodasMarcelo

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