El ser parte de una empresa familiar puede, dentro del juego de opciones que es la vida misma, considerarse desde una óptica positiva o con una mirada negativa. En el primer escenario, la empresa constituiría un regalo y una posibilidad de generar ingresos, trabajando en la gestión o en la dirección u obteniendo recursos por medio del cobro de dividendos.
En el segundo caso, percibimos a la empresa familiar como un problema, fundamentalmente en cuanto concierne al relacionamiento de la familia con la empresa pues ambas persiguen fines diferentes: la primera la felicidad y la segunda la generación de riqueza. Esta dualidad de objetivos puede generar turbulencias que impactan negativamente tanto en la familia como en la empresa.
En lo personal, tengo una visión positiva de las empresas familiares. En tal sentido hay una visión, no precisamente jurídica, que considera que una generación recibe la empresa familiar de la generación que le precede no en carácter de propietaria sino como administradora, con la obligación de mantenerla y transmitirla a la siguiente generación igual o mejor que como la recibió.
Considerar a la empresa como un regalo y recibirla como administradores, implica ejercer este rol con pasión y con mucha responsabilidad. Como lo señala Elena Martínez Garnica, de la empresa familiar española Martínez Somalo: “La empresa es un regalo que tenemos que cuidar, y si no lo hacemos adecuadamente o no evolucionamos tendremos que devolverla o que la gestionen terceras personas capaces de hacerlo”.
Debemos tener presente que, en cualquier tipo de empresa, sea o no familiar, pueden existir dificultades; desde esta perspectiva, la existencia de inconvenientes no es patrimonio exclusivo de las empresas familiares.
A quienes ven a la empresa familiar como como un problema sería oportuno sugerirles realizar un proceso en relación con las turbulencias a las que hicimos mención. Ese necesario proceso debe iniciarse con un análisis de cuales son las causas que generan dificultades para, posteriormente, avanzar en las conversaciones entre los miembros de la familia poniendo sobe la mesa los diferentes temas y trabajando en la búsqueda de consensos y soluciones.
Una serie de acciones que se llevan a cabo para lograr un fin determinado es el concepto que tenemos de “proceso”. Y justamente, por tratarse de un conjunto de acciones debemos ser conscientes que las mismas llevan su tiempo y requieren, fundamentalmente, paciencia, compromiso, disponibilidad, apertura y empatía para lograr el éxito perseguido.
La experiencia nos indica que, si el proceso se realiza de manera adecuada, los resultados solo podrán ser positivos, y se logrará arribar a acuerdos que permitan que la empresa familiar continúe en el tiempo. Definitivamente, el paso más importante es el inicio, dar el primer paso. Les insto, respetuosa y firmemente, a hacerlo. La familia y la empresa se lo agradecerán.
Marcelo Codas Frontanilla
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